Entrevistamos a la alpinista, ingeniera y empresaria española, conocida por ser la primera mujer del mundo en escalar los 14 ochomiles y convertirse en una de las grandes figuras del alpinismo y deporte español

Edurne Pasaban hizo historia al convertirse en la primera mujer en coronar los 14 ochomiles, un hito que marcó su carrera y su vida. Pero su legado va más allá de la montaña. Hoy, además de ser conferenciante y empresaria, comparte su experiencia sobre liderazgo, superación y trabajo en equipo, inspirando a personas y organizaciones a alcanzar sus propias cimas. Su compromiso con la educación en Nepal la llevó a crear la Fundación “Montañeros por el Himalaya”, que trabaja para ofrecer oportunidades a niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Su historia es un ejemplo de que la verdadera cima no está solo en los logros personales, sino en el impacto que dejamos en las personas.

¿Cómo y cuándo surge la idea de coronar las catorce cimas más altas del planeta?

Cuando empiezo a escalar y corono mi primera montaña de 8.000 metros, el Everest en 2001, no pensaba en terminar o ponerme como reto el subir los 14 ochomiles. Pero las siguientes conquistas me animan a seguir escalando las montañas más altas del planeta. Si tuviera que poner una fecha sería hacia el 2007 cuando ya había coronado nueve de las catorce cimas más altas de la tierra. Por aquel entonces, ya tenía mucha experiencia y había recorrido un largo camino para conseguir el objetivo y quizá todavía no era consciente, pero poco a poco fui aprendiendo lecciones fundamentales sobre trabajo en equipo y toma de decisiones como líder.

Mucho tiempo y esfuerzo dedicado durante 9 años de su vida a lograr el sueño de ser la primera mujer en alcanzar los catorce ochomiles. El último, El Sisha Pangma, en el año 2010. Desde la distancia de los años transcurridos, ¿considera que aquel sueño convertido en realidad ha valido la pena?, ¿por qué?

Sí, sí. Creo que el sueño del año 2007 que se convirtió en una realidad en el 2010 sí ha valido la pena. Coronar los catorce ochomiles para mí sí ha valido la pena, porque al final yo he perseguido mis sueños y he hecho lo que quería. El alpinismo era, y es, un deporte totalmente minoritario, y poder vivir de ello y dedicar mi vida a los 14 ochomiles, sin duda, ya ha merecido la pena. Es verdad que alguien puede pensar que durante este camino he perdido muchos amigos, que ha sido mucho sacrificio, pero, sin duda alguna, volvería a hacer lo mismo. Porque más allá del reto deportivo, todo lo que aprendí en ese proceso—sobre liderazgo, resiliencia y toma de decisiones—sigue marcando mi vida y mi trabajo hoy.

Tres hitos en su aventura montañera: el Montblanc a los quince años, el Everest en el 2001 y el récord de los ocho mil en el 2010.Tres aventuras, tres historias, tres hitos increíbles. ¿Cuál recuerda con más cariño y por qué?

La verdad es que para mí los tres tienen una gran importancia, porque en ningún momento dejé de tener pasión por lo que hacía. Cuando subes por primera vez una montaña como el Montblanc a los 15 años, el reto es muy grande y el hito… bueno, no sé si es un hito, pero para mí sí lo fue. Fue el inicio de un camino que me llevaría mucho más lejos. El Everest en 2001 fue otra gran etapa de ese recorrido, y terminar los 14 ochomiles en 2010 supuso cerrar un capítulo. Todos forman parte de un mismo camino, con hitos pequeños al principio que me fueron preparando para lo que vendría después. Y hoy, con perspectiva, veo que cada uno de esos momentos me enseñó algo fundamental sobre esfuerzo y superación.

Aunque es algo que seguro ha oído muchas veces, permítame decirle que resulta asombrosa su trayectoria y los logros alcanzados en su vida. ¿Podría decirme cuál es el reto más importante, tanto deportivo como personal, al que se ha enfrentado?

Deportivo, conseguir los 14 ochomiles y poder vivir de ello, del alpinismo, el deporte que yo practicaba. Personal, superar la depresión del año 2006, justo a mitad de mi carrera deportiva. Ese fue, sin duda, el ochomil más difícil de mi vida. Encontrar mi camino, volver a confiar en mí y seguir adelante fue el mayor reto al que me he enfrentado.

¿Y el aprendizaje, o aprendizajes, más importante después de tantas aventuras y experiencias?

La autocrítica constante. Saber que las cosas que una se plantea no siempre van a salir a la primera. Tener la capacidad de aprender, de saber parar, de mejorar y de volver a intentarlo. De ser mejor la próxima vez, para así conseguirlo. Para lograr el hito de los catorce ochomiles tuve que hacer 26 expediciones. Muchas de ellas no las terminé, pero cada una me enseñó algo. Reflexionar, adaptarme y aprender a tocar tierra ha sido clave no solo en mi carrera deportiva, sino en mi vida.

A lo largo de su trayectoria ha corrido toda clase de riesgos y ha vivido situaciones muy complicadas, pero transmitiendo siempre una gran pasión por lo que hacía. ¿Qué significan para usted estas dos palabras: riesgo y pasión?

Pasión es lo que he hecho: dedicar parte de mi vida a escalar montañas de ocho mil metros. Pero mi pasión siempre ha estado muy cerca del riesgo. ¿Dónde está el límite entre ambas? La montaña te apasiona tanto porque el riesgo es muy grande. Es difícil de explicar. Yo he perdido 14 amigos con los que escalaba. Son muchos. Y en esos momentos, te preguntas: ¿Dónde está el límite? Siempre he luchado por lo que me apasionaba, y eso suponía asumir mucho riesgo. Pero lo aceptaba. Era mi pasión. En cada etapa de mi vida, he seguido lo que me hacía feliz, pero siempre siendo consciente del riesgo que estaba dispuesta a asumir. Y ese límite ha cambiado. Ahora tengo un hijo de ocho años y, por mucho que la montaña me siga llamando, no estoy dispuesta a asumir el mismo riesgo. Estoy en otro momento de mi vida, con otras prioridades. Al final, el verdadero reto no es solo asumir riesgos, sino también saber cuándo es momento de parar y elegir otro camino. Y eso también requiere valentía.

Con espíritu solidario crea en 2010 la Fundación Edurne Pasaban “Montañeros por el Himalaya” – MFH – entidad sin ánimo de lucro dedicada al acceso a la educación de los niños y niñas de Nepal, reconstrucción de poblados, asistencia sanitaria y muchas otras actividades. ¿Qué le movió a poner en marcha este proyecto y qué importancia tiene en su vida actual esta faceta de compromiso social?

He viajado mucho a Nepal y, desde el primer día, me han tratado como una más. Siempre me han abierto sus puertas, me han ayudado en todo lo que he necesitado sin esperar nada a cambio. Toda esa generosidad y hospitalidad me hizo preguntarme cómo podía devolverles una pequeña parte de todo lo que me habían dado y ayudar a la gente de Nepal a poder tener una vida mejor. Así nació la Fundación Montañeros para el Himalaya, con el objetivo de ofrecer educación a niños y niñas que, de otro modo, no tendrían esa oportunidad. En muchos pueblos remotos, los niños comienzan a trabajar con solo ocho años porque tienen que ayudar a la familia y en muchas ocasiones no pueden acceder a la escuela porque está a cuatro o cinco horas de su casa. A través del Kailash Home, nuestra fundación les da un hogar y acceso a la educación, dándoles la posibilidad de construir un futuro y una vida mejor.

Una última pregunta para terminar. Como bien sabe, desde ATF Turisferr colaboramos en el proyecto “Kailash Home” que impulsa la Fundación que usted preside, y estamos difundiendo la iniciativa entre nuestros socios, animándolos a colaborar e incluso a tener una experiencia de turismo sostenible en Nepal. Si tuviera que destacar algo de lo que la experiencia de viajar a Nepal puede aportar a un viajero, ¿qué mensaje le gustaría trasladar a nuestros socios?

Nepal no solo atrae y engancha por sus montañas, sino por su gente. Las personas increíbles que viven allí te hacen sentir inmensamente feliz, y eso es algo que solo se entiende cuando lo vives. Animo a todas las personas a que vivan con intensidad la experiencia nepalí.

A una persona muy cercana, que atravesaba un momento difícil, le dije: ‘Nepal me cambió la vida. Viaja a Nepal’. Lo hizo, y al regresar, sus palabras fueron exactamente las mismas: ‘Nepal me ha cambiado la vida’.

Por eso, os animo a descubrir Nepal con Turisferr, a conocer nuestra Fundación, a sumergiros en su cultura y en su manera de vivir. Estoy segura de que la experiencia os marcará para siempre.

MARIANO PALACÍN