Visitamos dos de las principales ciudades del suroeste de Italia, donde descubrimos su arte, su historia y su gastronomía

La primera vez que estuve en Roma fue hace catorce años y quedé tan deslumbrada que sabía que tarde o temprano tenía que volver. Me temía, sin embargo, que el recuerdo idealizado que tenía de la ciudad acabara provocando una pequeña decepción al regresar. Ese es el problema de las expectativas. Spoiler: nada más lejos de la realidad. Expectativas igualadas y superadas, el problema ahora será cuando vuelva la tercera vez.

Roma, la ‘Ciudad Eterna’ que te atrapa con su arte, su historia y su esencia

Vista de una gaviota con el Coliseo de Roma de fondo

Un espectador muy curioso del imponente Coliseo de Roma

En los últimos años solemos viajar en familia en fin de año. En Navidades de 2020 tocaba regresar a la ciudad eterna, pero el repunte de la pandemia lo impidió. Este año, no había excusas. Bueno, sí que había una, las obras de restauración de la ciudad para conmemorar el Jubileo en 2025; en Navidad aún quedaban algunas obras en marcha, sobre todo en la Piazza Venezia, aunque puedo afirmar que no desmerecieron nuestra vista en nada.

Fue llegar a Roma y empaparnos de su ambiente, se respira historia en cada esquina. Da gusto callejear, perderte y descubrir de repente el barrio judío o el templo de Adriano. Por cierto, que casi no hace falta pagar entradas, hay vistas fabulosas del Foro Romano gratuitas, iglesias en cada calle (qué cantidad de iglesias de distintos siglos, a cada cual más impresionante), el grandioso Monumento a Víctor Manuel II o Altar de la Patria, denostado por muchos romanos pero que a mí personalmente me parece espectacular y que no luce como debiera porque en esta ciudad todo es majestuoso. Os comento brevemente que mi monumento favorito es el Panteón de Agripa, la primera vez que lo vi me quedé fascinada y la segunda… me pasó lo mismo. Para visitarlo, haced reserva online con un poquito de antelación y os evitaréis las molestas colas.

Pero sin duda, la estrella de los monumentos de la época clásica es el Coliseo o Anfiteatro Flavio, construido hace casi dos mil años. Nos os amontonéis al entrar tomándoos fotos, seguid andando y veréis que el recorrido se va despejando, además se torna más y más espectacular al ascender. Una curiosidad, se llama Coliseo por Nerón, a pesar de que este llevaba décadas muerto cuando se construyó; parece que al lado del anfiteatro había una gran estatua de Nerón (Coloso de Nerón) que acabó dando nombre a la estructura hasta nuestros días.

¿La Fontana de Trevi? Seguro que habéis visto recientemente a las masas que se agolpan para sacarse una foto. En realidad, las autoridades lo tienen bastante ordenado, han limitado el acceso a la parte más cercana a la fuente, y de esta forma te puedes sacar las fotos que quieras sin tener demasiada gente alrededor y a la vez los tiempos de espera son sorprendentemente reducidos. No exagero si os digo que en quince minutos desde que comienzas la cola te has hecho tus fotos y estás ya fuera rumbo a la siguiente parada. Echad una monedita y a esperar que los deseos se cumplan. Aunque ya conocéis el proverbio chino, ten cuidado con los que deseas…

Y después de recorrer la Roma imperial toca hablar del Vaticano. No dejéis de entrar en la basílica de San Pedro – que no catedral, que es San Juan de Letrán – visita imprescindible e inolvidable, os apasione o no el arte sacro. Para nuestros queridos clientes de Turisferr, una recomendación que nos vais a agradecer: comprad la entrada a los Museos Vaticanos a primera hora, sobre las 8:00 y al entrar dirigíos directamente a la Capilla Sixtina al final del recorrido, sin pararos. De esa forma podréis disfrutarla sin aglomeraciones. Después podéis hacer el recorrido inverso y contemplar todo lo demás.

Roma es para andar y andar mucho, y de vez en cuando pararte a tomar un capuccino o una buena comida… Nada como una buena carbonara, un Cacio Pepe o un trapizzino (una especie de cono de pizza) y para completar un tiramisú. Ya sé que hay muchos restaurantes italianos en España, pero la comida típica italiana, en Italia, sigue sorprendiendo. No hay que dejar de disfrutarla. Si es que está rico todo…

Monumento a Victor Emmanuel II en Roma

El Monumento a Victor Manuel II, una imponente obra en plena Roma

Nápoles, una ciudad auténtica con un solo dios: el Diego

Vista de un grafiti de Maradona en una calle de Nápoles

Nápoles y Maradona, un amor eterno reflejado en sus calles

Y de Roma saltamos a Napoli. Es muy fácil llegar desde la estación de Termini, en aproximadamente una hora y media estábamos en la capital de la Campania. Los romanos conocían a la región como la Campania felix, o campo fértil. Puedo dar fe de que el paisaje que atravesamos en tren era muy verde y lleno de cultivos, debió ser una región muy rica antaño.

Con Nápoles tengo sentimientos encontrados: no se trata de una ciudad bonita, o al menos, según los estándares de Italia y especialmente viniendo de Roma. Una parte de la ciudad, no precisamente pequeña, parece que se hubiera quedado anclada en el pasado: puestos callejeros, gritos entre vecinos, ropa tendida en las calles (literalmente con tendederos ocupando media acera) y motos (muchas, muchas motos), cuyos conductores asumen que te vas a apartar en el desigual combate.

Dicho lo cual, Nápoles tiene su encanto. Mejor dicho, precisamente por esto Nápoles tiene encanto. Es una ciudad auténtica, no engaña, no está gentrificada (todavía), la gente vive en sus calles y sus calles están vivas. Ojo, los turistas están llegando en números crecientes. Visitad Nápoles ahora, cuando aún es Nápoles, quién sabe lo que os encontraréis en diez años.

Y volvemos a hablar de comida, con mayúsculas. ¿Os gusta la pizza? Este es vuestro lugar. Ojo, hablo de pizza, no de pasta, porque Nápoles es la ciudad de la pizza. Experiencia impagable comerse una buena pizza frita en el Sorbillo (en uno de los muchos establecimientos Sorbillo que hay en la ciudad, propiedad de una dinastía de pizzeros con una historia muy interesante y bastante trágica), pero hay muchas otras pizzerías de referencia.

El patrón de la ciudad es San Genaro, sin embargo, a quien los napolitanos idolatran es a Maradona. No importa si no eres el mayor aficionado del fútbol, la figura de Diego trasciende el deporte y es muy interesante conocer los motivos. En una ciudad que fue capital de un reino independiente hasta mediados del siglo XIX y que tras la unificación guiada desde el norte cayó en el abandono, Maradona en los 80 llenó de orgullo a un pueblo que se sentía en inferioridad de oportunidades frente a las ricas urbes del Piamonte o Lombardia. Maradona, al igual que muchas otras figuras de la edad contemporánea es un símbolo, una idealización de la gente de Nápoles que aún les llena de orgullo y está bien que así sea.

Desde Nápoles, las ruinas de Pompeya están muy cerca, no dejéis de visitarla. Hay gente que le dedica un día entero, nosotros la visitamos durante la mañana y aprovechamos para ir por la tarde a Sorrento, una ciudad bellísima en el golfo de Nápoles, todo en tren regresando por la noche a la ciudad napolitana.

Deberes: en un futuro, esperemos que no muy lejano, me gustaría poder disfrutar de la cercana Costa Amalfitana y quizá de alguna de las islas cercanas, Capri o Ischia.

Y con esto me despido, siempre viajando, siempre con planes de viajar.